La economía de Japón es la tercera mayor a nivel mundial, tras los Estados Unidos y China. La cooperación entre el gobierno y las industrias, la costumbre japonesa del trabajo duro y el dominio de la tecnología han llevado a Japón al éxito económico del que disfruta hoy en menos de medio siglo.
Los sectores estratégicos de la economía japonesa son los productos manufacturados y tecnología, sobre todo los vehículos, artículos electrónicos e industria del acero. Sin embargo, la agricultura en Japón es bastante ineficiente, según los estándares actuales, y recibe muchos subsidios del estado. El sector de las finanzas está desarrollándose mucho en la actualidad debido en gran parte a su moneda, el yen que es la tercera más transada tras el dólar estadounidense y el euro.
Tras 40 años de un crecimiento económico constante y a veces espectacular, la economía japonesa no creció de manera significativa durante el decenio de 1990, situación revertida desde 2003, año desde el cual la economía ha vuelto a crecer significativamente. Se puede afirmar que la economía japonesa ha sido sin lugar a dudas el fenómeno económico de la segunda mitad del siglo XX. Este éxito fue el resultado de un control exhaustivo de las importaciones, una inversión muy elevada en el interior y una política de exportación muy agresiva dirigida por el poderoso Ministerio de Comercio Internacional e Industria. El resultado es un Producto Interior Bruto de más de 5 billones de dólares estadounidenses y una balanza comercial positiva de más de 100 mil millones de dólares. Los principales socios comerciales de Japón son: Estados Unidos, China, Malasia, Tailandia, Corea del Sur, Alemania y el resto de los estados miembros de la Unión Europea. Japón es el segundo país con mayor equidad de ingresos per cápita.
Características notables de la economía japonesa incluyen una fuerte unidad entre productores, manufactureros y distribuidores, reunidos en grupos conocidos como keiretsu; los fuertes gremios empresariales y shuntō y la garantía del empleo vitalicio para la mayoría de los trabajadores. Muchas de estas características se han visto deterioradas a través de los años.
En julio de 2006 subieron los tipos de interés interbancarios un 0,25% tras 6 años sin subidas. La deuda per cápita de Japón es en 2016 la más alta del mundo.
Crisis financiera
En
1989 el Banco de Japón comienza a subir los tipos de interés poco a poco, con
el objetivo de frenar la burbuja, llegando a alcanzar un 6%. De inmediato se
corta el flujo del crédito. La burbuja revienta en 1990 dejando una crisis
económica de la que todavía se está recuperando Japón. Ese año la bolsa cayó un
32%. Fue en 1993 cuando el primer ministro japonés reconoció que la economía de
burbuja había acabado. Se habla de la década perdida, pero en realidad
deberíamos hablar de décadas y considerar que la explosión de la burbuja sigue
resonando hoy en la economía japonesa.
Como ejemplo de la evolución de japón en la cultura popular, podemos poner eventos de la trilogía de Regreso Al Futuro. El Doc Brown de 1955 se ríe de un chip "made in Japan", a lo que el Marty McFly de 1985 le dice "¿qué dices Doc?, Todo lo mejor se hace en Japón". En el 2015 Marty McFly es despedido por un jefe japonés. En la realidad sabemos que no fue así, en los años 2000 se rumoreaba que las empresas japonesas preferían a CEO occidentales porque tenían menos escrúpulos a la hora de hacer despidos, por ejemplo Carlos Ghosn (francés, libanés y brasileño) en Nissan entre 1999 y 2018 y Howard Stringer (galés) en Sony entre 1999 y 2013. Hoy Ghosn ha dicho que las empresas japonesas no serán capaces de atraer a directivos de otros países.
Política monetaria
La experiencia de Japón muestra que la deflación es un fenómeno que requiere unas circunstancias especialmente negativas, en las que no parece encontrarse actualmente la economía norteamericana. En cualquier caso, el estudio del proceso de deflación en Japón puede ser útil para otros países. La primera lección para extraer es que la deflación tiene costes muy elevados y es difícil de anticipar. Por este motivo, es importante que las autoridades monetarias reaccionen rápida y decididamente, para evitar tipos de interés nominales nulos, ya que se reduce sustancialmente la efectividad de la política monetaria cuando se llega a ese límite.
Antes de alcanzar tipos nominales nulos, una meta explícita de inflación parece aconsejable, posiblemente acompañada de un compromiso de mantenimiento de los tipos de interés en niveles muy bajos durante un periodo predeterminado. Si, en cambio, ya se hubieran alcanzado tipos nulos, existe una serie de instrumentos a disposición de las autoridades para atajar el problema de la deflación, entre ellos medidas de política monetaria más heterodoxas, una expansión fiscal sustancial y/o una rápida depreciación del tipo de cambio.
Como muestra el caso japonés, estas opciones no están exentas de costes para el balance del banco central, la sostenibilidad de las cuentas públicas y la estabilidad monetaria internacional, pero probablemente son inferiores a los costes derivados de una situación permanente de deflación y de estancamiento en una economía del tamaño de la de Japón.
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