Un crecimiento económico inclusivo y sostenido puede impulsar el progreso, crear empleos decentes para todos y mejorar los estándares de vida.
La
desigual distribución del ingreso y la riqueza en un entramado de
interconexiones que se potencian en un círculo vicioso lleva a su vez a
desigualdades de acceso a la educación y la capacitación, la salud, la
vivienda, la tierra, las oportunidades de trabajo, el conocimiento, la cultura,
el deporte, el transporte, la tecnología, las instituciones, el financiamiento,
el acceso a servicios de agua y cloacas, electricidad, gas u otras energías, y
las comunicaciones, entre otros. En fin, estos accesos no se solucionan
totalmente, aunque se alivian con una mejor distribución del ingreso y de la
riqueza que ayuda a comenzar a romper ese círculo perverso.
Vale
decir que el crecimiento económico no redundó en reducción de la pobreza en la
región debido a la ausencia de mejoras distributivas, lo que redimensiona la
importancia del problema distributivo en América Latina. Rodrik (2001) apunta
que el desempeño económico en aquel lapso.
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